Gustavo Esteva: Sobre abstracción y sentir-pensar

Gustavo Esteva. CGT Chiapas, fuente: https://lacoperacha.org.mx/muere-gustavo-esteva-intelectual-desde-los-pueblos/

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Presentación por JPL

Con una cierta emoción reproduzco este texto del maestro mexicano Gustavo Esteva (1936-2022) a quien tuve la suerte de conocer personalmente en 2001 con motivo de la Marcha Zapatista. «Conversando en Mastodon» sobre temas varios con mi compañero mexicano Eugenio Tisselli mencionamos a Esteva. Tisselli me contó la historia de que hacía unos años le había encargado un prólogo para la edición mexicana de un libro de Franco Berardi Bifo, La sublevación, que él mismo había traducido. Esteva había aceptado la invitación. Pero su prólogo era bastante crítico con Bifo, y los editores prefirieron rechazarlo. Aún así, el libro se publicó y cuando Bifo fue a México a promover el libro Esteva aceptó participar con él en una presentación que tuvo lugar en la Universidad de la Tierra en Oaxaca. Tisselli me envío el prólogo que tenía aún archivado. Lo leí y me gustó intensamente. Y en fin, tras pedir si podía reproducirlo, aquí está.

Esteva critica el, a su juicio, exceso de pensamiento abstracto en Bifo, y lo contrapone a las ideas de Iván Illich sobre el sentir-pensar. Espero que os guste como me gustó a mí. Tanto Tisselli como yo no dejamos de ser admiradores de Bifo.

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Prólogo

Gustavo Esteva

Acepté irresponsablemente escribir este prólogo. Acepté hacerlo por la pertinencia de este libro para el momento que vivimos en México y en el mundo, y por su contribución a la subversión que necesitamos practicar actualmente para seguir viviendo. Pero no fue una decisión sensata. De entrada, debo compartir con los lectores mi ambivalencia ante este libro. Me produce intensa fascinación y abierto rechazo, tan profundos acuerdos como desacuerdos, disfrute y fastidio en proporciones semejantes.

Me entusiasma la manera en que Bifo socava las certidumbres convencionales y muestra ángulos poco conocidos de los horrores en que nos encontramos. No hay ahí ambivalencia alguna. Pero quiero mostrar al lector ciertos aspectos del territorio en el que está a punto de aventurarse. Quizás alguna advertencia sea útil para la jornada que está a punto de iniciar.

Tinta Limón Ediciones, que publicó Generación Post-Alfa de Bifo, es una editorial que apuesta por “textos que exigen un esfuerzo encendido para ser inteligibles”. Los editores consideran que requerimos actualmente “escapar de lo obvio” y dar visibilidad a “un movimiento del pensamiento que crea nuevos lenguajes para nuevas prácticas, que nombra lo que hasta entonces no tenía palabra”. Todo esto se aplica con precisión al libro que el lector tiene en sus manos.

Como otros ensayos de Bifo, La sublevación puede ser visto como un informe de lectura. Bifo comparte con cierto descaro y desorden lo que lee y experimenta, muy consciente de que incursiona en terreno pantanoso. Las tensiones que aparecen continuamente en lo que escribe se derivan no solamente de la complejidad de los temas que aborda, sino de la contradicción evidente entre el pensador y el hombre de acción. Bifo es una persona inmersa en la realidad social que desde muy temprano en su vida intentó participar en su transformación. Quiere incidir en los hechos. Cuando escribe, busca muy obviamente incitar y seducir al lector para que se haga cómplice de sus iniciativas; para que participe, por ejemplo, en la sublevación a que se refiere este libro. Pero no lo hace con arenga demagógica y excitada. No sólo espera tener lectores inteligentes. Exige que sean pacientes y empeñosos, que estén dispuestos al “esfuerzo encendido” de que habla Tinta Limón.

Una dificultad adicional se encuentra en el hecho de que Bifo se describe como miembro de la última generación moderna, que según él sería la que experimentó el 68 en la adolescencia. Asume así a plenitud la hipótesis de que la era moderna ha llegado a su fin y que a su generación le toca experimentar en carne propia la agonía. Tomar en serio esa hipótesis, como hace Bifo, implica reconocer que las verdades, conceptualizaciones, racionalidades e instituciones que gobernaron el mundo en los últimos siglos están cayendo a pedazos a nuestro alrededor. Como no llegan aún las de la nueva era, estaríamos en el período de caos e incertidumbre que caracteriza el tránsito de una era a otra, perdidos en esa transición sin linternas capaces de alumbrar el camino, desvanecidos incluso los acotamientos, los caminos mismos.

En esas condiciones, cuando nos sentimos inermes e impotentes ante el mundo que se derrumba porque estamos conscientes de que nuestras lógicas y discursos son ya obsoletos, el arte y la poesía adquieren un papel especial. Sus intuiciones y revelaciones no se derivan de la lógica anterior, del razonamiento que se ha vuelto estéril. No vienen de un proceder estilo: Porque A + B + C, entonces D. Sus hallazgos, cuando lo son, como en los poemas que cita Bifo, omiten esa lógica y llegan directamente a su resultado. Constituyen a menudo el camino de anticipación de la nueva era; en rigor, son lo que la hace posible. La sublevación abreva muy claramente en esta fuente.

Las palabras son puertas y ventanas de la percepción. Según las palabras que usamos, así experimentamos el mundo. Este es el campo en que Bifo usó su bisturí analítico al cocinar este libro. Busca caracterizar cómo la dominación capitalista abarca también las palabras y afecta, por tanto, nuestras formas de percepción y nuestra sensibilidad. Bifo sabe que nos las han modelado y disciplinado y que es hora de salir del molde y romper las rejas que nos aprisionan en el consumo y el conformismo. Precisó el asunto con toda claridad en su Generación Post-Alfa.

La pregunta que debemos hacernos y, sobre todo, que debemos hacer a la gente que se está formando hoy, a los chicos, a la nueva generación, se refiere al placer, a la belleza: ¿qué es una vida bella? ¿Cómo se hace para vivir bien? ¿Cómo se hace para estar abierto al placer? ¿Cómo se goza de la relación con los otros? (Tinta Limón: Buenos Aires, 2010, p.15).

En La sublevación muestra algunas de las respuestas posibles. Sus formidables intuiciones, sin embargo, parecen atrapadas en una contradicción insalvable: apelan a la abstracción para sustraernos de la condición abstracta a la que se nos ha condenado. Sólo podemos salir de esa contradicción si entendemos sus elaboraciones abstractas como metáforas para aludir a la realidad, o sea, si suponemos que no ha caído en la trampa de la que nos previno Platón.

Abs-traer, esa poderosa facultad humana, implica traer algo fuera de la realidad para ponerlo en nuestra cabeza. Platón sugería poner las abstracciones “entre paréntesis” para distinguirlas de la realidad, para no confundirlas con ella, para no pensar que son reales de verdad. Con el tiempo, sin embargo, particularmente en Occidente, se fueron perdiendo los paréntesis y finalmente ocurrió algo peor: empezamos a pensar que las abstracciones eran no sólo reales sino más reales que la realidad de verdad. Que los sentidos podían engañarnos, que podíamos, por ejemplo, padecer ilusiones ópticas, pero que en cambio la abstracción atrapada en nuestras cabezas, eso que sacamos de la realidad para ponerlo en ellas, es la realidad verdadera, auténtica, plena – una superstición que entre otras cosas lleva a intentar imponer sobre la realidad la abstracción y a pensar, sentir, que estamos viviendo realmente en esas entidades abstractas a las que estamos atribuyendo vitalidad y condición semejantes a las de la realidad. Quien dice: “Vivo en México” o “en el planeta Tierra”, no está usando una simple convención; a menudo cree que ahí vive. Pero no se puede vivir en entidades abstractas. Tanto convenciones del lenguaje como abstracciones que son sólo linternas que iluminan la realidad que queremos observar o transformar empiezan a percibirse como reales, se les piensa como realidad.

Por momentos, parece que Bifo ha caído en esa trampa. Detengámonos por un momento en uno de sus hallazgos de mayor importancia, algo que por sí mismo justificaría el “esfuerzo encendido” de leer este libro difícil:

El intelecto general, en su configuración presente, se encuentra fragmentado y desposeído de la percepción y consciencia de sí mismo. Solamente la movilización consciente del cuerpo erótico del intelecto general, junto con la revitalización poética del lenguaje, abrirán el camino hacia el surgimiento de una nueva forma de autonomía social.

A cada paso encontramos en su libro construcciones lingüísticas de este género, en las cuales ciertas entidades abstractas, como el “intelecto general” o su “cuerpo erótico”, actúan, se desplazan y bailan como si fueran personajes reales, como si fueran capaces de pensar y ser y moverse como cualquier persona. Quizá Bifo lo haga para compartir metafóricamente sus preocupaciones, ansiedades e intuiciones, y su hallazgo de que la poesía y la sensibilidad subvierten el sometimiento del afecto y el lenguaje al capitalismo financiero.

Para esclarecer lo que a mi entender nos comparte Bifo, quiero traer en mi ayuda a un autor cuya ausencia en Bifo resiento: Iván Illich.

Excitantes entidades abstractas se han apoderado del alma y han cubierto la percepción del mundo y de uno mismo con un acolchado de plástico. Lo observo cuando hablo con jóvenes de la resurrección de los muertos. Para ellos, la dificultad no reside tanto en la falta de confianza como en el carácter desencarnado de sus percepciones, en un modo de vida separado continuamente de la carne.

Con estas palabras termina un libro de Illich preparado poco antes de que muriera y publicado póstumamente, en el cual Valentina Borremans reunió textos que recogían el tema al que dedicó sus reflexiones en la última parte de su vida. Son textos en que abogaba

por un renacimiento de las prácticas ascéticas, para mantener vivos los sentidos en las tierras devastadas por el “show”, en medio de informaciones abrumadoras, de consejos a perpetuidad, de diagnóstico intensivo, de la gestión terapéutica, de la invasión de los expertos en dar consejos, de los cuidados terminales, de la velocidad que corta el aliento.

He escrito estos ensayos –escribió Illich- en el curso de una década consagrada a la filia: a cultivar el jardín de la amistad en el seno de este Absurdistán y avanzar en el arte de esta jardinería mediante el estudio y la práctica de la askêsis.

El libro se llamó, de modo muy apropiado, La pérdida de los sentidos (La perte des senses, París: Fayard, 2004). Eso le preocupaba a Illich. Intuía que en la “era de los sistemas” en que estábamos entrando se produce una des-encarnación, un alejamiento radical de los sentidos: nos transformamos paso a paso en subsistemas de los sistemas en que se han convertido las que originalmente concebimos y construimos como herramientas para expresar y realizar nuestras intenciones. Lo veía Illich con preocupación semejante a la que Bifo tiene respecto a la que llama la primera generación de personas que han aprendido más palabras de una máquina que de su madre, o sea, personas para las cuales las palabras, esas puertas y ventanas de la percepción, no son ya vehículos de relación entre las personas, no están inmersas en los afectos y sensibilidades de quienes se hablan, sino que son meros signos comunicativos, o sea, instrumentos mediante los cuales se sumerge a todos en un código abstracto.

Bifo explora nuevas formas de enajenación. Marx había identificado la manera en que los frutos de nuestro trabajo se nos enajenan en el modo de producción capitalista, se nos ex-propian, se nos hacen ajenos, extraños, dejan de pertenecernos. Marx identificó también el siguiente nivel de enajenación, cuando se nos hace igualmente ajena la lógica misma de nuestra acción, de nuestra capacidad creativa, esa forma de enajenación que Charles Chaplin supo representar genialmente en Tiempos modernos. Bifo explora el siguiente nivel de enajenación: “la virtualización de las relaciones sociales”.

La intención de Bifo en este libro está claramente expuesta desde los primeros párrafos de la introducción, pero se necesita en verdad un “esfuerzo encendido” cuando lo presenta en términos que pueden asustar y confundir hasta al más leído:

El poder de decisión de la política se ha reemplazado por automatismos tecnolingüísticos inscritos en la máquina global interconectada. Las preferencias sociales se han sometido a automatismos psíquicos inscritos en el discurso y el imaginario social.

¿Cómo? ¿De qué se trata? ¿Qué es eso de los “automatismos tecnolingüísticos” o “psíquicos”?

No, ésta no será una lectura fácil y cómoda, porque además de ese lenguaje cuajado de términos técnicos, palabras de domingo –poco familiares, de uso escaso-, y abstracciones que danzan como si fueran personas, además de todos esos obstáculos para la comprensión inmediata, está el continuo desafío a las cómodas certidumbres de la modernidad, a todas las verdades e instituciones con las que aún nos gobernamos aunque las veamos caer a nuestro alrededor.

Una palabra, que cumple un papel semejante al de la poesía, puede servir para la subversión que intenta Bifo en este libro, a fin de escapar del sometimiento y subordinación de lenguajes y sensibilidades: sentipensar. Reconocer que no podemos sentir sin pensar ni pensar sin sentir, aunque se nos ha educado en lo contrario y se ha pretendido separar el pensamiento y el sentimiento en esferas distintas, como si fueran compartimientos estancos, puede también subvertir radicalmente el régimen en que estamos atrapados y así evitar que el fin del capitalismo, que estamos presenciando, sea también el del mundo.

San Pablo Etla, mayo de 2014


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