Sobre ritos y producción de mundos – dos citas

Israel Galván en La Edad de oro (2015). Fuente: https://www.revistalaflamenca.com/israel-galvan-la-edad-de-oro-sevilla/

La danza que hizo el mundo

Debemos tener un pasado para hacer un futuro con él, era lo único que sabía, así que tomé lo que pude de la cultura de origen europeo de mis propios antepasados, hombres y mujeres. Aprendí, como muchos de nosotros, a usar todo lo que podía, a hurtar una idea de China y a robar un dios de la India y así improvisar un mundo lo mejor que podía. Pero todavía hay un misterio. Este lugar en el que nací y crecí y que quiero más que cualquier otro, mi mundo, mi California, todavía necesita hacerse. Para hacer un nuevo mundo definitivamente se comienza con uno antiguo. Para encontrar un mundo, tal vez tienes que haber perdido uno. O tal vez tienes que estar perdido. La danza de la renovación, la danza que hizo el mundo, se ha bailado siempre en el filo de las cosas, en el borde, en una orilla brumosa.


Ursula K. Le Guin
«Hacer mundos»
En una orilla brumosa
Editorial: Gris Tormenta
Traductor: Jacobo Zanella

Tomado de La calle del Orco (Kim Nguyen Baraldi / https://calledelorco.com/ )

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Los estudios sobre la «etnogénesis» son relativamente recientes, pero cada vez resulta más evidente que gran parte de la historia humana se ha caracterizado por un cambio social continuo. En lugar de grupos intemporales viviendo durante miles de años en territorios ancestrales, se han estado creando grupos nuevos y disolviendo los viejos todo el tiempo. Muchos de lo que hemos descrito como tribus, naciones o grupos étnicos eran en su origen proyectos colectivos de algún tipo. En el caso de los Tsimihety [un grupos social de Madagascar que el autor venía discutiendo] se trata de un proyecto revolucionario, al menos en el sentido que le he dado a este concepto aquí: un rechazo consciente de ciertas formas de poder político superior que lleva a un grupo a replantearse y reorganizar el modo en que se relacionan entre sí en un nivel cotidiano. La mayoría no lo son. Algunos son igualitarios, otros fomentan una cierta visión de autoridad o de jerarquía. Aun así, se trata de grupos que encajan bastante bien con lo que pensaríamos como un movimiento social, solo que, al no existir panfletos, mítines ni manifiestos, los medios a través de los cuales se podían crear y reivindicar nuevas formas de (lo que hemos denominado) vida social, económica o política —tratar de producir otras formas de valor— eran diferentes: se tenía que trabajar, literal o figurativamente, a través de la escultura del cuerpo, de la música y los rituales, la comida y la ropa, y las formas de disponer de los muertos. Pero en parte como resultado, con el tiempo, lo que habían sido originalmente proyectos se convirtieron en identidades […]. Se osificaron y se convirtieron en verdades manifiestas o en propiedades colectivas.

David Graeber, 2004, Fragments of an Anarchist Archeology, Prickly Paradigm Press, p. 56 [nueva traducción basada en la de Ambar Sewell, 2011]

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Podría incluir en esta serie otra cita más que he evocado ya en otros lugares: las páginas del Ritornello de Deleuze y Guattari (Mil Mesetas) que explican la construcción de un lugar — punto, círculo, fuga — mediante la reiteración de ritmos, sonidos, movimientos…


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