Montaigne, «De la soledad» – una traducción

La torre de su castillo en la que Michel de Montaigne se retiró a la edad de 38, durante diez años, para leer, pensar y escribir. Fuente: https://www.visitfrenchwine.com/en/product/chateau-michel-de-montaigne

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Michel de Montaigne. Ensayos, libro I, capítulo XXXVIII
De la soledad, c.1580

Traducción de J. Pérez de Lama, 2021-24 / Traducción del inglés de la edición de Penguin 2004 [1987], que a su vez es traducción y edición del francés de M. A. Screech — consultando a la vez la edición en español de Dolores Picazo y Almudena Montojo, 1985, Ensayos I, Cátedra, y algunas ediciones en francés que están disponibles online [referencias al final]. Las marcas en el texto del tipo [xxx] indican las páginas de la edición de Screech. Como ayuda a la lectura, he añadido unas notas identificando diferentes partes o bloques temáticos a los que he llamado movimientos, como en música. También he añadido, con el mismo fin, los subtítulos de la edición de Michaud de 1907, que coinciden, aproximadamente, con lo que yo he identificado como movimientos. La lectura de estos subtítulos permite una primera aproximación al contenido del ensayo.

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[Movimiento 1] Los malvados son numerosos, no hay duda de que su compañía nos es funesta; ese es un motivo para buscar la soledad [título de la sección en la edición francesa de Michaud]

[96] Dejemos a un lado las largas comparaciones entre la vida solitaria y la vida activa. Y en cuanto al fino adagio usado como disfraz por la codicia y la ambición, «No nacimos sólo para nosotros mismos sino para el bien común», pensemos de los que se unieron al baile: que desnuden sus conciencias y confiesen si lo que perseguían no eran el rango, los cargos y los negocios de ese bullicioso mundo para sacar provecho privado del bien común. Los métodos perversos que usan los hombres de nuestro siglo muestran a las claras que sus fines no pueden valer demasiado.

Respondamos a la ambición que es ella misma la que nos hace desear la soledad, pues, ¿hay algo de lo que la ambición rehuya más que de la amistad?, ¿hay algo que persiga más que el abrirse paso a codazos?

Hay cosas buenas y malas en todos lados, pero si es cierta la sentencia de Bías (Diógenes Laercio) que dice, «el mal forma la parte mayor», o lo que dice el Eclesiastés, «un solo hombre bueno entre mil no encontré» –

Rari quippe boni: numero vix sunt totidem, quot
Thebarum portae, vel divitis ostia Nili,

[Son raros los hombres buenos: su número apenas alcanza el de las puertas de Tebas o el de las fuentes del abundante Nilo, Juvenal, XIII, 26]

[97] entonces, entre la muchedumbre el contagio será particularmente peligroso. Y se ha de imitar a los viciosos o se ha de odiarlos. Y ambas cosas son peligrosas, el parecérseles, porque son muchos, y el odiarlos, porque siendo muchos son de tipos muy diferentes.

Nota: No me resulta muy clara la frase precedente. En la diferentes versiones consultadas se interpreta algo diferentemente. La elegida de momento es la de Picazo y Montojo.

Los mercaderes tenían razón cuidándose de que los disolutos, los blasfemos o los malvados no viajaran en sus barcos, por creer que su compañía traía mala suerte. Esa era la razón por la que Bías bromeaba con otros pasajeros que durante una gran tormenta pedían ayuda a los dioses: «Callaos», les decía, «que no sepan que estáis aquí conmigo».

Y un ejemplo aún mejor, Alburquerque, virrey de Manuel de Portugal en la India, hallándose en el mar en una situación de extremo peligro, subió a hombros a un niño con el único propósito de que unidos los dos en aquel peligro, la inocencia del niño le sirviera de garantía y recomendación ante el favor divino, para ponerse a salvo.

No es que un hombre sabio no pueda vivir contento en cualquier lugar, incluso en el bullicio de un palacio, pero si le dieran a elegir el sabio huiría hasta de la vista del palacio. Lo soportará cuando sea necesario; pero cuando pueda elegir lo evitará. No le parecerá haberse librado completamente de los vicios mientras siga teniendo que tratar con los de otros. Carondas consideraba malvados a aquellos que rondaban a los que hacían el mal.

No hay nada que sea a la vez menos sociable y más sociable que el hombre; lo primero por sus vicios, lo segundo por su naturaleza.

Y no me parece que Antístenes diera la respuesta adecuada a quien le reprochó que frecuentara a los malvados, cuando le dijo que los doctores vivían entre enfermos: pues si los médicos ayudan a los enfermos a recuperar la salud, también perjudican la suya propia por el contagio y el contacto continuo con los enfermos.

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[Movimiento 2] Lo que los hombres buscan en la soledad es vivir alejados de los negocios y en reposo; pero la soledad no nos libera de las ocupaciones domésticas ni, sobre todo, de nuestros vicios [subtítulo edición de Michaud]

El caso es que el fin pienso que siempre es el mismo: vivir con mayor libertad y más a nuestro gusto. Pero no siempre damos con el camino. Con frecuencia pensamos que hemos dejado atrás nuestras ocupaciones cuando lo que ocurre es que tan solo las hemos cambiado. Hay poca diferencia entre el tormento de gobernar una familia y de gobernar todo un país. Cuando el alma está ocupada, lo está por entero.

[98] Las tareas domésticas pueden ser menos importantes pero no por eso son menos molestas. En todo caso, deshaciéndonos de la corte y el mercado no nos desharemos de los principales tormentos de la vida:

ratio et prudentia curas,
Non locus effusi late maris arbiter, aufert.

[son la razón y la prudencia las que curan / no los lugares con vistas al ancho mar; Horacio, Epístolas, I, xi, 25-6]

La ambición, la avaricia, la incertidumbre, el miedo y la concupiscencia no nos abandonarán porque cambiemos de paisaje.

Et post equitem sedet atra cura.

[Y a la grupa del jinete va la pena negra; Horacio, Odas, III, I, 40]

Con frecuencia nos siguen hasta los claustros y las escuelas de filosofía. Ni los desiertos ni las cuevas excavadas en la roca ni los cilicios ni los ayunos nos desenredarán:

haeret lateri lethalis arundo.

[En su costado aún sigue la hoja letal; Virgilio, Eneida, IV, 73]

Dijeron a Sócrates que un hombre no había tenido mejora alguna tras su viaje, «Así lo creo», dijo, «llevose consigo».

Quid terras alio calentes
Sole mutamus? Patri qui exul
Se quoque fugit?

[¿Por qué buscamos tierras caldeadas por otros soles? El que deja su país, ¿no huye acaso de sí mismo? – Séneca, Epístolas morales, CIV, 7]

Si no te aligeras, si no aligeras el alma de su carga, ir de un lado a otro sólo la hará más pesada, como ocurre con los barcos, que tienen menos dificultades cuando está anclados en el puerto. A un enfermo se le hace más daño moviéndolo de un lado a otro: agitas la enfermedad hacia el fondo del saco, como cuando se clavan estacas removiéndolas. Esta es la razón por la que retirarse de la multitud, [99] no es suficiente para cambiar de lugar: tenemos que retirarnos de aquellos atributos de la multitud que están en nuestro interior. Es nuestro propio yo el que tenemos que aislar y del que tenemos que volver a tomar posesión.

Rupi jam vincula dicas:
Nam luctata canis nodum arripiti; attamen illi,
Cum fugut, a collo trahitur pars longa catenae.

[He roto mis cadenas, dices. Pero un perro que se revuelve puede soltarse de su cadena, sólo para escapar con una cadena más larga enganchada al cuello, Persius, Sátiras, V, 158-60]

Llevamos nuestros grilletes con nosotros mismos; nuestra libertad no es total: aún volvemos la mirada hacia las cosas que hemos dejado atrás, nuestra imaginación está llena de ellas.

Nisi purgatum est pectus, quae praelia nobis
Atque pericula tunc ingratis insinuandum?
Quantae connscindunt hominem cupedinis acres
Sollicitum curae? quantique perinde timores?
Quidve superbia, spurcitia, ac petulantia, quantas
Efficiunt clades? quid luxus desidiesque?

[Pero si nuestra alma no es pura, ¿qué peligros y qué luchas sin provecho no afrontaremos? ¿qué duros tormentos desganan al hombre constantemente movido por las pasiones? ¿y qué horrores también? Ya sea el orgullo, la lujuria o la ira, ¿qué desastres no nos causan?, ¡y el lujo y la desidia! —Lucretius, v. 4 – traducción de Picazo y Montojo]

Liberar nuestra alma de las pasiones que la dominan, desprenderla de todo lo que está fuera de nosotros, esa es la verdadera soledad; podemos disfrutarla en medio de la ciudad y en medio de la corte [subtítulo de Michaud]

Llevamos nuestro mal en el alma: y el alma no puede escapar de sí misma:

In culpa est animus, qui se non effugit unquam.

[La traducción es la precedente, del propio Montaigne: Horacio, Epístolas, I, xiv, 13; el francés original dice: Nostre mal nous tient en l’âme: or elle ne se peut eschapper à elle mesme]

Así, tenemos que recuperarla y hacer que se retire dentro de sí. Esta es la verdadera soledad. Puede ser disfrutada en las ciudades y en las cortes de los reyes, pero se disfruta más convenientemente apartados.

[Movimiento3] Ahora bien, puesto que nos proponemos vivir solos, prescindiendo de cualquier compañía, hagamos que nuestro contento dependa de nosotros mismos, liberémonos de las ataduras que nos ligan a los demás; y conquistémonos a nosotros mismos, para poder vivir solos sabiamente y a nuestro gusto.

Stilpon había escapado de la gran derrota de su ciudad en la que había perdido a su mujer, sus hijos y sus bienes; cuando Demetrio Poliorcetes lo vio en medio de tan gran destrucción de su patria, y sin embargo con cara [100] imperturbable, le preguntó si no había sufrido ningún daño. Dijo, que no. Gracias a Dios no había perdido nada suyo. Esto es lo que dijo, como una broma, el filósofo Antístenes: que el hombre debía aprovisionarse de bienes que flotasen en el agua, para que pudieran, nadando, escapar con él del naufragio.

Ciertamente, el hombre de entendimiento no ha perdido nada, si se tiene a sí mismo.

Cuando la villa de Nola fue saqueada por los bárbaros, Paulino, que era allí el obispo, perdió todo y fue encarcelado, rezaba así a Dios así: «Señor, líbrame de sentir esta pérdida, porque sabes que aún no han tocado nada mío». Las riquezas que lo enriquecían y los bienes que lo hacían bueno estaban aún intactos.

Con estas historias se ve lo que significa elegir tesoros que ningún daño pueda corromper y esconderlos en un lugar al que nadie pueda acceder y nadie pueda traicionar, salvo nosotros mismos. Deberíamos tener esposa, hijos, propiedades, y, sobre todo, buena salud … los que puedan; pero no deberíamos llegar a estar tan apegados a uno o a lo otro como para que nuestro contento dependa de ello. Tenemos que reservarnos un cuarto discreto, todo nuestro, completamente libre, en el que establezcamos nuestra verdadera libertad y que sea nuestro principal retiro y lugar de soledad. Allí nuestra conversación habitual será de nosotros con nosotros mismos, tan privada que ningún acontecimiento o comunicación del mundo exterior pueda alcanzarla; allí deberíamos hablar y reír como si no tuviéramos mujer, hijos, propiedades o sirvientes, de manera que si alguna vez los perdemos no sea una nueva experiencia el estar sin ellos. Tenemos un alma para volverla sobre sí misma, que puede a sí misma hacerse compañía; que tiene la capacidad de atacar y de defender, de recibir y de dar. No temamos que la soledad nos haga languidecer en el aburrimiento ocioso,

in solis sis tibi turba locis.

[En soledad sé tu mismo un lugar multitudinario, Tibullus, vi. 13. 12]

La virtud, dice Antístenes, «se contenta consigo misma: sin necesidad de disciplina, palabras, o reglas de conducta».

Los hombres se apasionan por mil cosas que no les conciernen [subtítulo de Michaud].

Entre lo que constituyen nuestras ocupaciones habituales, no hay una entre mil en la que estemos directamente interesados en aquello que hacemos.

De entre nuestras actividades habituales, ni una de cada mil tiene que ver con nosotros mismos.

[101] Ese hombre que ves allí, completamente fuera de sí, trepando hasta arriba de la muralla semiderruida, diana de tantos disparos de los arcabuces, y aquel otro hombre, todo cicatrices, transido y pálido de hambre, decidido a morir por abrir la puerta: ¿creen que están allí para sí mismos? Bien podría ser que estén allí para alguien a quien nunca han visto, alguien que esté mientras tanto dedicado al ocio y el placer, que no se toma ningún interés en lo que están haciendo. ¡Y éste hombre aquí cerca, desastrado, sucio y de ojos turbios, que pueden ver saliendo de su celda de trabajo a medianoche! ¿Piensan que está buscando en su libros maneras de ser un hombre de bien, de estar más contento y ser más sabio? Ni hablar. Morirá en el intento o enseñará a la posteridad cómo medir un verso de Plauto y cómo escribir una palabra en Latín.

¿Hay alguien que no esté deseando cambiar su salud, su reposo y su vida misma por la reputación y la gloria, las más inútiles, vanas y falsas monedas de entre las que usamos? Como nuestra propia muerte nunca nos atemorizó lo suficiente, carguémonos también con el miedo a la muerte de nuestra esposas, nuestros hijos y la gente de nuestra casa. Como nuestros propios asuntos nunca nos preocuparon lo suficiente, empecemos entonces a atormentarnos y rompernos la cabeza con los de nuestros vecinos y amigos.

Vah! Quemquamne hominem in animum instituire, aut
Parare, quod sit charius quam est sibi?

[¡Bah! ¿Debería un hombre tener en su ánimo algo que fuera más querido que él mismo? – Terencio, Adelph., i. I, 13]

[Movimiento 4] El retirarse es más adecuado para quienes han dedicado la mayor parte de sus vidas a servir a la humanidad [subtítulo Michaud].

Me parece a mí que la soledad es más razonable y correcta para aquellos que, siguiendo el ejemplo de Thales, han dedicado al mundo sus años más activos y vigorosos.

Hemos vivido bastante para otros: vivamos al menos estos años finales para nosotros mismos. Traigamos de vuelta a nosotros mismos y a nuestra propia comodidad nuestros pensamientos y reflexiones. Prepararnos bien para nuestra propia retirada no es cuestión ligera: nos da bastantes preocupaciones sin introducir más asuntos. En cuanto que Dios nos da permiso para irnos y prepararnos para nuestra partida, preparémonos: hagamos nuestro equipaje y despidámonos de nuestra compañía en buen momento; desenredémonos de esas trampas violentas que nos comprometen con otras cosas y que nos distancian de nosotros mismos.

Debemos poder dejar de lado todas nuestras obligaciones y, volviéndonos hacia nosotros mismos, ser exclusivamente nuestros [subtítulo de Michaud].

Debemos desatar estos nudos y, desde ese día en adelante, amar esto o lo otro pero casarnos con nosotros mismos. Esto es, dejemos que el resto sean nuestros, pero no [102] pegados y unidos a nosotros de tal manera que no puedan ser separados sin arrancar una parte nuestra, piel y todo. La mayor cosa en la vida es el saber pertenecerse a sí mismo.

Es el momento de soltar las ataduras con la sociedad ahora que ya nada podemos contribuir. Un hombre que no tiene nada que prestar debe abstenerse de tomar prestado. Nuestras fuerzas están fallando: replegémoslas y guardémoslas dentro de nosotros. Quienquiera que pueda decir que no a los deberes del amor y la compañía y volcarlos sobre sí mismo debe hacerlo. En este declinar que hace de un hombre un estorbo inútil e inoportuno para los otros, evitemos que se convierta en un estorbo, inoportuno e inútil también para sí mismo. Dejemos que se consienta a sí mismo, se valore a sí mismo, pero sobre todo se controle, respetando su razón y temiendo su conciencia, tanto que no pueda tropezar en su presencia sin avergonzarse: Rarum est enim, ut se quisque vereatur [Es raro que alguien se respete a sí mismo suficientemente – Quintiliano, X, 7]. Sócrates decía que los jóvenes tenían que ser educados; los hombres adultos, emplearse en buenas acciones; los hombres viejos, retirarse de los asuntos civiles y militares, viviendo como quisieran sin estar atados a obligaciones precisas.

Unas complexiones son más apropiadas que otras en cuanto a estas máximas sobre el retiro. Aquellos que se apegan a las cosas ligera y tenuemente, y cuyas voluntad y emociones son exigentes, y que no aceptan fácilmente ni la esclavitud ni el empleo por otros – y yo soy uno de estos, por naturaleza así como por convicción – se plegarán a este consejo mejor que aquellas mentes activas y ocupadas que reciben todo con brazos abiertos, que asumen todo, se apasionan por todo y que está siempre dándose a sí mismos, ofreciéndose, proponiéndose como voluntarios.

Debemos utilizar lo que tenemos, pero sin convertirlo en una necesidad, y estar dispuestos a prescindir de ello si la fortuna nos lo quita [subtítulo de Michaud].

Cuando alguna cosa buena venga a nosotros desde fuera deberemos aprovecharla, mientras siga siendo placentera; no debemos dejar que se convierta en lo principal de nuestra vida, porque no es tal: ni la razón ni la Naturaleza lo determinan así. ¿Por qué vamos en contra de la leyes de la Naturaleza y hacemos que nuestro contento dependa del poder de otros?

Y sin embargo, el anticiparnos a los accidentes de Fortuna, deprivándonos de las cosas buenas que estén aún a nuestro alcance, como algunos han hecho por devoción y otros pocos filósofos por convicción racional, haciéndose esclavos a sí mismos, durmiendo sobre duro, sacándose los propios ojos, tirando sus riquezas a los ríos, buscando del dolor – los primeros para lograr la beatitud en la próxima vida a través del tormento en esta, los otros para asegurarse frente a nuevos tropiezos situándose en lo más bajo – son acciones [103] virtuosas llevadas al exceso. Incluso las naturalezas más duras y fuertes hacen sus refugios gloriosos y ejemplares,

tuta et parvula laudo,
Quum res deficiunt, satis inter vilia fortis:
Verum, ubi quid melius contingit et unctius, idem
Hos sapere et solos aio bene vivere, quorum
Conspicitur nitidis fundata pecunia villis.

[alabo lo pequeño y seguro / cuando las cosas faltan, soy suficientemente fuerte en la humildad: / pero, cuando las cosas mejoran y se hacen más fáciles, entonces / también digo que sólo saben y viven bien quienes / hacen conspicua su fortuna en espléndidas villas – Horacio, Ep., i. 15, 4]

Tengo suficiente que hacer sin necesidad de llegar tan lejos. Cuando la Fortuna me favorece, es suficiente prepararme por si llegase la desgracia imaginándome futuros males desde la comodidad, en la medida en que mi imaginación sea capaz de hacerlo, así como nos entrenamos con justas y torneos, falsificando la guerra en medio de la paz. No considero que Arcesilao hubiera dejado de reformar su mente porque sé que usaba vajillas de oro y de plata porque se lo permitía el estado de su fortuna: por usarlas libremente y en moderación le tengo en mayor estima que si se hubiera deshecho de ellas.

Sé hasta dónde pueden llegar nuestras necesidades naturales; y cuando pienso que un pedigüeño indigente a mi puerta está frecuentemente más alegre y saludable de lo que yo estoy, me pongo firmemente en su lugar y me pruebo imaginándome en esa situación. Luego, recorriendo de forma parecida otros ejemplos, aunque pueda pensar que la muerte, la pobreza, el desprecio o la enfermedad me pisen los talones, con facilidad soy capaz de no espantarme por lo que un hombre de estado inferior al mío puede aceptar con tal paciencia. No puedo creer que una inteligencia pobre sea capaz de más que otra vigorosa o que la razón no pueda producir los mismos efectos que el hábito. Y como me doy cuenta cuan inseguras son estas comodidades adventicias, el principal ruego que nunca dejo de hacer a Dios es que, incluso cuando los disfruto plenamente, me haga sentir satisfecho con los bienes nacidos dentro de mí. Conozco a jóvenes gallardos que viajan con un montón de pastillas en el equipaje para tomarlas cuando tengan un ataque de catarro, temiéndolo menos así al saber que tienen el remedio a mano. Esta es la manera de hacerlo, y aún más: si sabes que eres propenso a una grave aflicción, equípate a ti mismo con las medicinas para insensibilizar y adormecer la parte afectada.

[Movimiento 5] Ocupaciones más adecuadas para la vida solitaria [subtítulo de Michaud].

La ocupación que debemos elegir para una vida como ésta no deberá ser [104] ni ardua ni tediosa (si no nos habríamos propuesto en vano esta vida de reposo). Depende del gusto individual de cada hombre. Mi gusto se adapta mal a la administración de mi casa: aquellos a quienes les guste, lo deberían hacer con moderación:

Conentur sibi res, nos se submittere rebus.

[Intentemos someter las cosas, no subordinarnos a ellas – Horacio, Ep. I, i, 19]

Si no es así, como dice Salustio, la administración se convierte en una tarea servil. Aunque algunos aspectos puedan ser más nobles y aceptables, tales como el interés en la jardinería – que Jenofonte atribuye a Ciro. Deberá encontrarse un término medio entre la ocupación baja y vil, llena de tensión y ansiedad, que se ve en aquellos del todo inmersos, y la extrema indolencia que se ve en otros, que dejan todo en el abandono,

Democriti pecus edit agellos
Cultáque, dum peregrè est animus sine corpore velox.

[Demócrito deja que su ganado arrase sus campos y cosechas, mientras que su alma viaja veloz lejos de su cuerpo – Horacio, Ep. I, xii, 12-13]

[Movimientos 6-7-8 que se van entrelazando] Plinio y Cicerón aconsejan aprovechar el retiro para hacerse un nombre a través de alguna obra literaria [subtítulo de Michaud].

Pero escuchemos el consejo acerca de la soledad que Plinio el Joven dio a su amigo Cornelio Rufo: «Te aconsejo que, en este amplio y fértil retiro tuyo, dejes a tus empleados el bajo y abyecto cuidado de tus propiedades, y que te dediques al estudio de las letras para sacar de ahí algo que sea completamente tuyo». Con esto se refiere a la buena reputación, siendo su humor parecido al de Cicerón que dijo que quería usar su retirada y se descanso de los asuntos de estado para ganarse una vida duradera por medio de sus escritos.

Usque adeo me
Scire tuum nihil est, nisi te scire hoc sciat alter?

[¿Crees, pues, que tu saber no es nada, si los demás ignoran que sabes? – Persio, I, 23]

Parecería lógico, puesto que se habla de retirarse del [105]
mundo, que se mirase hacia otro lado. Éstos sólo lo hacen a medias: disponen sus asuntos, en efecto, para cuando ya no estén, mas pretenden aún recibir los frutos de su proyecto, en el mundo del que están ausentes: una ridícula contradicción.

Caso especial de quienes por devoción buscan una vida solitaria [subtítulo de Michaud]

La idea de aquellos que buscan la soledad por devoción, llenando sus mentes con las certidumbres de las promesas de Dios acerca de la vida por venir, es mucho más sana y apropiada. Su objetivo es Dios, de bondad y sabiduría infinitas: el alma puede encontrar ahí materia para apagar el deseo en perfecta libertad. Los dolores y las aflicciones son beneficiosos para ellos, acostumbrados a esperar la salvación y la felicidad eternas, la muerte es bienvenida como el paso a ese estado perfecto. La dureza de su Regla es suavizada por el hábito; sus deseos carnales son rechazados y adormecidos por la renuncia – nada los mantiene sino el practicarlos y usarlos. Sólo, este fin, la otra vida, beatíficamente inmortal, hace que merezca la pena la renuncia a las comodidades y dulzuras de esta vida nuestra. Quienquiera que sea capaz, realmente y con constancia, de encender su alma con el fuego de esta fe y esta esperanza vivas, construye en su soledad una vida voluptuosa y deliciosa, más allá de cualquier otra forma de vida.

Qué poco razonables son los consejos de Plinio y Cicerón [subtítulo de Michaud].

Entonces, ni el fin ni los medios [del consejo de Plinio] me convencen: curarse de la fiebre para tener calentura. Ocuparse con libros es tan agotador como todas las demás cosas y es igualmente enemigo de la salud, lo cual tendría que ser nuestra principal consideración. Uno no debería dejarse adormecer por el placer que encontramos en los libros: es el mismo placer que pierde al negociante, al avaro, al voluptuoso y al ambicioso.

Bastante nos enseñan los sabios cómo salvarnos de la traición de nuestros apetitos y cómo discernir los verdaderos y completos placeres de aquellos que se mezclan abigarrados con más dolor. La mayoría de los placeres, nos dicen, nos acarician y abrazan, sólo para más tarde estrangularnos, como aquellos ladrones que los egipcios llamaban filisteos. Y si el dolor de cabeza llegase antes de que nos embriagáramos veríamos como nunca beberíamos en exceso: pero la voluptuosidad, para confundirnos, marcha delante, ocultándonos lo que sigue. Los libros son placenteros: pero si por frecuentarlos al final perdemos la alegría y la salud, nuestras mejores piezas, dejémoslos. Soy de los que cree que sus frutos no pueden contrapesar una pérdida tal.

Igual que los hombres a los que una indisposición les ha hecho sentirse débiles desde largo tiempo, se ponen a merced de la medicina y dejan que este arte les diseñe unas reglas de vida, para nunca transgredirlas: el que se retira aburrido y disgustado con la vida común – también debe darse a sí mismo una reglas racionales, para ordenar y organizar la propia vida con premeditación y argumentos.

Estudios y cuidados que uno puede disfrutar en soledad; ciencias que, en esta situación solo sirven para confundir la mente [subtítulo de Michaud].

Debería dejar el trabajo y el esfuerzo, sea cual sea la cara que presenten, y debería huir de [106] todo tipo de pasiones que impidan la tranquilidad del cuerpo y del alma, y elegir el camino más adecuado a su humor.

Unusquique sua noverit ire via.

[Montaigne lo traduce inmediatamente antes – Propercio, II, xxv, 38]

Nos ocupemos de nuestra casa, estudiemos, cacemos o hagamos cualquier otro ejercicio, debemos llegar hasta los mismos límites del placer, guardándonos sin embargo de comprometernos más allá, cuando el placer comienza a mezclarse con el sufrimiento. Debemos tener las ocupaciones y obligaciones justas como para mantenernos en forma y para protegernos de las molestias que viene del extremo opuesto: la pereza aburrida e inerte.

Hay ciencias estériles y espinosas, la mayor parte de ellas destinadas al vulgo [la presse]: deben dejarse a aquellos que están al servicio del mundo. A mí sólo me agradan los libros amenos y fáciles que me divierten, o aquellos que me consuelan y aconsejan cómo ordenar mi vida y mi muerte.

Tacitum sylvas inter reptare salubres,
Curantem quidquid dignum sapiente bonoque est
.

[Caminando en silencio por los bosques salubres, ponderando lo que es digno de sabios y hombres de bien – Horacio, Epístolas, I, iv, 4-5]

Los hombres sabios con un alma fuerte y vigorosa pueden forjarse a sí mismos una tranquilidad que sea sólo espiritual. Como mi alma es más común, tengo que ayudarme de los placeres del cuerpo – y como la edad me ha robado últimamente aquellos que más me agradaban, estoy ejercitando y afinando mi apetito por los que aún me quedan, más adecuados para esta última etapa. Debemos agarrarnos con uñas y dientes al uso de los placeres de la vida que los años, uno tras otro, nos van arrancando.

Carpamus dulcia; nostrum est
Quod vivis: cinis et manes et fabula fies
.

[Gocemos de la dulzura; nuestra es, de los vivos: cenizas, fantasmas, fábulas seremos. – Persius, Sátiras, V, 151-2]

La gloria y el reposo son cosas incompatibles [subtítulo de Michaud].

[107] En cuanto a la gloria – el fin que proponen Plinio y Cicerón – está por completo fuera de mis cálculos. La ambición es el humor más contrario al retiro. La gloria y la tranquilidad son cosas que no pueden alojarse en un mismo espíritu. Tal como yo lo veo, estos autores sólo retiraron sus brazos y piernas de la vida pública: sus almas, sus intenciones, se demoraron allí, más atadas que nunca.

Tun’, vetule, auriculus alienis colligis escas?

[Y tú, anciano, ¿andas recogiendo alimento para los oídos de otros? – Persius, Sátiras, I, 19.20]

Dan un paso atrás sólo para poder saltar mejor, y con mayor fuerza, y hacer una carga más fuerte y abrir una vía más profunda en la tropa.

¿Quieren ver cómo se quedan cortos? Comparemos con ellos los consejos de dos filósofos – además de dos escuelas diferentes – uno de ellos escribiendo a su amigo Idomeneo y el otro a su amigo Lucilio, para persuadirlos de que dejen los asuntos de estado y sus grandes cargos para retirarse a la soledad.

«Has vivido hasta el presente – decían – flotando y nadando de un lado a otro, ve a puerto a morir. Has dedicado tu vida a la luz; dedica lo que queda a la oscuridad. Es imposible dejar tus ocupaciones si no abandonas sus frutos. Renuncia a toda preocupación por la reputación y la gloria. Existe el riesgo de que el brillo de tus antiguas acciones continúe arrojando demasiada luz y te siga hasta tu guarida. Entre otras placeres abandona el que procede de la aprobación de los otros. Y en cuanto a tu inteligencia educada, no te preocupes por eso: no perderá sus efectos si tan sólo tú eres mejorado. En cuanto a tu carácter y tu ciencia, no te preocupes, no perderán su efecto, si te hacen mejor a ti mismo. Recuerda al hombre a quien preguntaron por qué trabajaba tan duramente en un arte que muy pocos llegarán alguna vez a conocer: «Para mí, unos pocos son suficientes – uno sólo, sería suficiente – ninguno, sería suficiente». [Séneca, Ep. 7] Aquel hombre dijo la verdad. Otra persona y tú sois audiencia suficiente para cada cual; como lo eres tú para ti mismo. Que para ti, la multitud sea uno, y uno sea multitud. Es una ambición vil querer obtener gloria del ocio solitario. Debemos ser como las bestias que borran su rastro a la entrada de su guarida.

Debes dejar de preocuparte por lo que el mundo diga de ti y preocúpate por lo que tú mismo digas de ti mismo. Retírate dentro de ti mismo, pero prepara primero como vas a recibirte: sería una locura confiar en ti mismo si antes no supieras gobernarte a ti mismo. Hay maneras de fracasar en soledad como las hay de hacerlo en compañía: hasta que no hayas llegado [108] a ser tal, que no te atrevas a tropezar ante ti mismo, hasta que no tengas respeto y vergüenza de ti mismo, – observentur species honestae animo [ten presente imágenes de ánimo virtuoso – Cicerón, Tusculanas, II, xxii, 5] – ten siempre presente a Catón, a Foción y a Arístides, ante cuya presencia los mismos locos esconderían sus faltas; hazlos controladores de todas tus intenciones. Si éstas se desviasen, la reverencia hacia ellos las devolverá a su camino.

Ellos te mantendrán en este camino de estar satisfecho contigo mismo, de no pedir nada a nadie más que a uno mismo, de limitar y encerrar tu alma en ciertos pensamientos, en los que se pueda deleitar.

El camino en el que te mantendrán es el de estar contento contigo mismo, de no pedir nada que no proceda de ti mismo, de detener y fijar tu alma a determinados y limitados pensamientos en los que pueda deleitarse; y habiendo entendido los bienes verdaderos, de los que uno disfruta más a medida que los va entendiendo, estar satisfecho con eso, sin más deseo de prolongar la vida o aumentar la fama.

Este es el consejo de la verdadera y natural filosofía, no el de una filosofía ostentosa y charlatana como la de los dos primeros como la de Plinio y Cicerón.

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Referencias

Michel de Montaigne [traducción y edición de M. A. Screech], 2004 [1987] The Essays: A Selection, Penguin, Londres — chapter 39, On Solitude, pp. 96-108

Dolores Picazo y Almudena Montojo, 1985, Ensayos I, Cátedra

Versión en inglés online:
https://gutenberg.org/files/3600/3600-h/3600-h.htm [chap. XXXVIII, Of Solitude]
http://www.gutenberg.org/ebooks/48529 [chap. XXXVIII pág. 410]

Francés, edición de Michaud (1907):
http://www.gutenberg.org/files/48529/48529-h/48529-h.htm
https://www.gutenberg.org/files/48529/48529-h/48529-h.htm#new_ch38 [413]


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