Imagen, Nika Dubrovsky & David Graeber (2019); fuente: https://twitter.com/nikadubrovsky/status/1121068299956248580
Publicado originalmente en Arts Of The Working Class April 2020, Issue 11.
Accedido en: https://theanarchistlibrary.org/library/nika-dubrovsky-and-david-graeber-the-museum-of-care
También en: https://davidgraeber.org/articles/the-museum-of-care-reimagining-the-world-after-pandemic/ | visitados el 3/12/2023
Traducción de J. Pérez de Lama (12/2023)
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El Museo de los Cuidados
Nika Dubrovsky & David Graeber
[Imaginando el mundo tras la pandemia.] O más precisamente imaginando un mundo sano y sensato tras el virus, uno en que, en lugar de limitarnos a tratar de devolver las cosas al estado en que estaban, actuásemos a partir de lo aprendido. Por ejemplo, una gran proporción del trabajo de oficina, especialmente administrativo, de gestión, marketing, legal, financiero, de consultoría y similares se ha visto que son pura tontería [bullshit]. Si desaparecieran, no supondría diferencia alguna o incluso haría del mundo un lugar un poco mejor. La prueba es que durante la crisis la mayor parte de estos trabajos desaparecieron y el mundo siguió funcionando. Así que imaginemos por un momento que somos sensatos y simplemente dejamos de pretender que hay una razón para que toda esta gente continúe simulando para hacernos creer que trabajan todo el día, y en su lugar nos deshacemos de estos trabajos basura [bullshit jobs]. Bueno, una cuestión sería: ¿Qué haríamos con todo los edificios en que solían trabajar? Obviamente, aquellos trabajadores que son efectivamente útiles, que nos mantuvieron vivos y nos cuidaron durante la epidemia [«triste guasa» que DG acabara muriendo al final de la pandemia] — doctoras, enfermeras, limpiadores, mensajeros, electricistas, agricultores —, no necesitan grandes edificios de vidrio parece hacerlos sentir importantes. Algunos de estos edificios pueden ser dinamitados [demolidos]. Eso sería bueno porque significaría usar menos energía para mantenerlos acondicionados y demás, lo que reduciría las emisiones de carbono. Pero, seguro que no querríamos demolerlos todos.
Tras las revoluciones francesa y rusa, los palacios reales se convirtieron en museos estatales. Podríamos hacer algo parecido. Aunque siempre habría una forma más loca: la vuelta a la «normalidad». El modelo para esta vuelta podría ser lo que pasó tras la desindustrialización a gran escala de las metrópolis occidentales, cuando los antiguas fábricas y almacenes se transformaron en centros de arte privados, oficinas y edificios de vivienda para el tipo de gente que había trabajado allí antes. Para muchos es difícil imaginar que algo así no volviera en el caso de una rápida desbasurización [de-bullshitization] del trabajo sin que hubiera un cambio real del sistema financiero o de la estructura de poder y riqueza más en general. Las oficinas vacías serían compradas por inversores, que las transformarían en viviendas caras o en centros de arte cuya presencia aumentase el valor inmobiliario de la zona. La única alternativa que suele ponerse sobre la mesa es que el estado adquiera la propiedad de todo, ya sea como una práctica de socialismo de estado (que es básicamente un capitalismo de estado monopolista), ya de «nacionalsocialismo» de derecha (cualquiera que sea su forma actualizada al siglo 21).
[Como alternativa] queremos insistir en la posibilidad —no la probabilidad pero al menos sí la posibilidad— de la cordura. Imaginar que la experiencia del confinamiento y el colapso económico nos permita ver el mundo como realmente es, y que nos demos cuenta de que aquello a lo que habitualmente nos referimos como «economía» es simplemente la manera en que colectivamente nos mantenemos vivas unas a otras, nos proveemos unas a otras de las cosas que necesitamos y en general nos cuidamos unas a otras. Y digamos que también rechazamos el control social.
Las prisiones, después de todo, dan alojamiento y cubren el cuidado médico básico. Sin embargo, no son instituciones «cuidadoras». Lo que ofrecen no es cuidado porque el cuidado real supone no sólo cubrir las necesidades materiales, incluso no sólo permitir a los otros crecer y prosperar, sino también mantener y ampliar su libertad. Imaginemos que nos deshacemos de la idea de que la producción y el consumo son el único propósito de la vida económica y la sustituimos por el cuidado y la libertad. ¿Qué haríamos con los edificios?
En un mundo construido en torno a los cuidados y la solidaridad, gran parte de estos vastos y absurdos espacios de oficinas sería efectivamente dinamitada [destruida, demolida], pero algunos de estos edificios podrían convertirse en universidades libres, centros sociales y hoteles para los necesitados de vivienda. Podríamos llamarlos «Museos de los Cuidados» — precisamente porque serían lugares que no celebrarían la producción de ninguna clase, sino que ofrecerían espacios y medios para la creación de relaciones sociales y para imaginar formas de vida en sociedad completamente nuevas.
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Puede verse el espacio web del Museo de los Cuidados en: https://museum.care/
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