Gilles Deleuze & Claire Parnet, fotografía de Marie-Laure Decker (fragmento). Fuente: http://www.diptyqueparis-memento.com/en/gilles-deleuze/
José Pérez de Lama
#Una versión más breve del presente texto se publicó en el periódico El Topo Tabernario número 60, septiembre-octubre de 2023, Sevilla. Ambas versiones parten de unas notas más largas sobre «paisajes de la violencia, el miedo y la tristeza» en las que el autor colaboró (c. 2020-22), entre otros, con Jose Sánchez Laulhé, Guido Cimadomo y Feliciano Castaño Villar.
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Propongo pensar la tristeza como una producción deliberada del capitalismo actual. Su propósito sería reducir nuestra potencia de hacer. Por analogía con las ideas de bio y necropolítica llamamos «lipipolíticas» a este otro conjunto de técnicas de gobierno. Pensar en resistir las políticas de la tristeza nos sugiere casi automáticamente imaginar su contrario, esto es, políticas que aumenten nuestra potencia de hacer.
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Escriben Gilles Deleuze y Claire Parnet (1977): «La tristeza, los afectos [o pasiones] tristes son todos aquellos que disminuyen nuestra potencia de obrar. Y los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en sus esclavos. El tirano, el cura, el ladrón de almas necesitan persuadirnos de que la vida es dura y pesada. Los poderes tienen más necesidad de angustiarnos que de reprimirnos, o, como dice Virilio, de administrar y de organizar nuestros pequeños terrores íntimos. […] No es fácil ser un hombre [o una mujer] libre: “huir de la peste”, organizar los encuentros, aumentar la capacidad de actuación, afectarse de alegría, multiplicar los afectos que expresan o desarrollan un máximo de afirmación».
Conviene insistir en el tema de los afectos o pasiones tristes que Deleuze y Parnet retoman de Baruch Spinoza –muchas veces leemos pero no asimilamos plenamente lo que leemos. Las pasiones tristes serían aquellas que reducen nuestra potencia de obrar, nos hacen más impotentes, más pasivos. La tristeza misma sería, siempre según Spinoza-Deleuze-Parnet, el efecto de estas pasiones sobre nuestros cuerpos. Por el contrario las pasiones y afectos alegres serían los que aumentan nuestra potencia de obrar. Se reconocen por la alegría que nos producen.
Lo que me sugiere la cita, además, es que esta inducción de pasiones tristes sería una técnica de gobierno. En Realismo capitalista, Mark Fisher (2008: 16) afirmaba algo parecido, poniéndolo en el contexto del neoliberalismo de la primera década de siglo: «[…] es como una atmósfera omnipresente, que condiciona no sólo la producción cultural sino también la regulación del trabajo y la educación, y actúa como una especie de barrera invisible que constriñe el pensamiento y la acción». Que Fisher se suicidara algunos años después de escribir esto da un peso adicional a la relación entre esta «barrera invisible para el pensamiento y la acción» y las pasiones tristes. Como muchos sabréis buena parte de las reflexiones de Fisher en Realismo capitalista tenían que ver con la educación y las universidades.
Gabriel Winant (2015) escribía lo siguiente sobre los afectos como infraestructuras de ciertas instituciones o espacios sociales que me parece de gran interés:
«Tú o yo podemos sentir una emoción concreta en relación con un objeto concreto. Nosotros somos quienes generamos estas emociones, ¿pero a partir de qué material? Antes de las emociones, sostienen [ciertos teóricos], están los afectos, que flotan libres de los individuos, inherentes a las atmósferas de instituciones y espacios sociales. Los afectos revierten la relación sujeto-objeto de las emociones: nosotros somos sus objetos en lugar de su origen. Son la manera en que la vida social se hace sentir, depositándose en las personas individuales, que luego las procesamos como nuestras propias emociones. Podemos incluso decir que los afectos son características “objetivas” del paisaje social, aunque se trate de unas características que sólo pueden ser observadas y registradas por medio del sentimiento. Como escribe uno de los principales teóricos de esta línea de pensamiento, Brian Massumi, el afecto “es tan infraestructural como una fábrica”. Según esta lógica, las líneas de potencia del afecto que recorren cada oficina y cada lugar de producción son tan relevantes para nuestra economía política como cualquier infraestructura física».
Y continúa más adelante:
«Se trata de la diferencia entre “me siento fatal” y “esto me hace sentir fatal”. El verbo transitivo de la segunda afirmación nos da muchas más posibilidades de análisis. Sugiere una acción que está teniendo lugar, más que un estado que se mantiene. Y si es una acción que está sucediendo, quizá podría suceder otra diferente. El objeto de esta manera de pensar es hacer explícito y externo algo que de otra forma resulta tácito e interno, y abrir así una nueva vía de crítica sobre el origen de este afecto concreto: la institución, la relación, el objeto que ha generado este sentimiento».
El matiz que propongo en estas notas que esta inducción de pasiones tristes, esta limitación de nuestra potencia de obrar que nos produce tristeza –como término genérico–, esta limitación rigurosa de los posibles, no es un efecto colateral del sistema sino una técnica relevante de control social. Como escriben Deleuze y Parnet, los poderes establecidos necesitan de ellos para convertirnos en sus esclavos». Como nombre de trabajo, he usado sin llegar a convencerme demasiado –tratando de dialogar con la necro-biopolítica de Mbembe y Preciado– el de «lipipolítica», que sería una política de la producción de la tristeza, de la impotencia.
Puedo señalar tres escenarios que conozco razonablemente bien, pero que no voy a desarrollar aquí, en los que estimo que se pueden comprobar estas ideas. Éstos serían: las ya mencionadas universidades en sus transformaciones de los últimos 20-30 años, las formas de vida estrechamente ligadas al «espectáculo debordiano» y el «urbanismo de la separación» de los ancianos de clase media en nuestro entorno, y la precarización de la juventud también de las últimas décadas.
Dos contrapuntos más positivos para concluir. Narraba hace poco Francisco Jarauta (2023) que cuando René Descartes llegó a Amsterdam hacia 1631 le pareció «que todo era posible en aquella ciudad. Un inventaire du possible». Una ciudad así tendríamos que ser capaces de volver a construir. No sé, hasta que punto equivocadamente, esa fue también mi sensación cuando viví algún tiempo en Los Ángeles, California, a finales de los 80.
Paul B. Preciado, por su parte, en el extraordinario Dysphoria Mundi (2022; 22) plantea un movimiento resistente, revolucionario que una a todxs lxs inadaptadxs a la barbarie dominante: «La condición planetaria epistemológica-política contemporánea es una disforia –enfermedad mental según el sistema de salud oficial– generalizada. Dysphoria mundi: la resistencia de una gran parte de los cuerpos vivos del planeta a ser subalternizados dentro de un régimen de conocimiento y poder petrosexorracial; la resistencia del planeta vivo a ser reificado como mercancía».
Estos días leí Malestamos, Cuando estar mal es un problema colectivo, de Javier Padilla y Marta Carmona (2022), que plantea argumentos parecidos a los de Preciado, tal vez de una forma más práctica y menos filosófica.
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Obras referenciadas
___ Guy Debord, 1999 [traducción de J.L. Pardo] [1967], La sociedad del espectáculo, Pre-textos, Valencia
___ Gilles Deleuze & Claire Parnet, 1980 [1977], Diálogos, Pre-textos, Valencia
___ Mark Fisher, 2022 [2008], Capitalist Realism. Is There No Alternative? Zero Books, Londres
___ Francisco Jarauta, Los mundos de Vermeer, Le Monde Diplomatique en español, julio de 2023, p. 29
___ Joseph-Achille Mbembe, trad. Libby Meintjes, 2003, Necropolitics, Public Culture, Volume 15, Number 1, Winter 2003, pp. 11-40. Published by Duke University Press
___ Javier Padilla & Marta Carmona, 2022, Malestamos. Cuando estar mal es un problema político, Capitán Swing, Madrid
___ Paul B. Preciado, 2022, Dysphoria Mundi, Anagrama, Barcelona
___ Gabriel Winant, 2015, We Found Love in a Hopeless Place. Affect theory for activists, en: https://nplusonemag.com/issue-22/essays/we-found-love-in-a-hopeless-place/ accedido el 21/04/2022
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