Fuente de la imagen: https://abelardogfournier.org/
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Una reseña de:
Abelardo Gil-Fournier & Jussi Parikka, 2024, Living Surfaces. Images, Plants and Environmental Media, The MIT Press, Cambridge,
por José Pérez de Lama, agosto-septiembre de 2024.
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Living surfaces (Superficies vivas o vivientes) es un libro interesante. Es también un libro de difícil lectura. Se convertirá posiblemente en una referencia para su campo de estudio. Diría que actualmente es un libro para personas un poco especializadas. ¿Especializadas en qué? En media archeology, según se suele denominar en inglés (arqueología de los media — ahora tratamos de elaborar un poco), en estéticas eco-tecnológicas o en Science and Technology Studies (de nuevo habitualmente mencionado en inglés: Estudios de Ciencia y Tecnología). Entre otras áreas.
El libro forma parte de la colección de la sociedad Leonardo, una entidad con más de cincuenta años de trayectoria, radicada en los EEUU y con estrechas relaciones con el MIT, que se dedica a promover las relaciones entre “las artes, la ciencia y la tecnología” (sic). En el prefacio, los editores, Seán Cubitt y Roger F. Malina, escriben que «nunca antes — del siglo XXI — artistas, científicos y tecnológos habían trabajado en tan estrecha proximidad para crear obras individuales y colectivas de potencia cultural y gracia intelectual» y que la serie de la que forma parte Living Surfaces está compuesta por «libros que tratan de los peligros de nuestro tiempo, a la vez que exploran nuevas formas de belleza y de entendimiento».
Sobre los autores de Living Surfaces. Conocí a Abelardo Gil-Fournier, el primero de los autores, en un seminario en el antiguo Medialab Prado de Madrid en el que intervinimos los dos. De aquel encuentro recuerdo sobre todo que Gil-Fournier «me regaló una idea o concepto», algo bastante singular. Yo había presentado un texto que había escrito para la graduación de mis estudiantes de Arquitectura, titulado Sobre la belleza rebelde, en el que mencionaba la idea de paradigma ético-estético de Félix Guattari (1989). Nuestro autor me sugirió que lo que había presentado quizás fuera un poco más allá y se tratara de una aproximación «eco-ética-estética». La sugerencia me gustó especialmente y pasé a adoptarla. Aquello y la conferencia intensamente filosófica o reflexiva de Gil-Fournier, con unas preocupaciones relativamente próximas a las que yo había expuesto, han sido lo que me estimularon a leer y reseñar su nuevo libro que ahora comento.
Según leo en diversas fuentes, Abelardo Gil-Fournier (1979) estudió la carrera de Física y a continuación hizo su doctorado en la Escuela de Arte de Winchester, Reino Unido. Una interesante combinación de ciencias duras y humanidades que se refleja en su trabajo como artista interesado a la vez en cuestiones ecológicas y tecnológicas. Gil-Fournier ha presentado su obra en selectos lugares y ocasiones como son, entre otros, Transmediale (Berlín), Fundación Cerezales Antonino y Cinia (León), Medialab Prado (Madrid), Strelka Institute (Moscú), MUSAC (León), o Laboral Centro de Arte (Gijón).
En Living Surfaces los autores proponen el término medianatures — naturalezas-mediáticas — que estimo representa bien sus objetos de trabajo. Dice en la introducción (p. 17): «La noción de medianature de Parikka se refiere al continuo que va desde los recursos naturales a los medios tecnológicos en recursiones materiales y epistémicas». Hasta cierto punto nos recuerda a las culturenature y natureculture (cultura-naturaleza y naturaleza-cultura) de Haraway en Staying withe the Trouble (2016),
Jussi Parikka (1976) es un reconocido autor sobre new media (nuevos medios); es Profesor de Estética y Cultura Digitales en la Universidad de Aarhuis (Dinamarca) y profesor visitante en Cultura y Estética Tecnológicas en la Escuela de Arte de Winchester (Reino Unido) y en FAMU la Academia de Artes Performativas de Praga y docente de teoría de la cultura digital en la Universidad de Turku, en su Finlandia natal. Parikka es uno de los nombres de referencia en el campo relativamente emergente de la media archeology o arqueología de los medios que mencionamos previamente. Es de interés tratar de definir un poco en qué consiste este área de conocimiento. Como será fácil suponer, la denominación parte de la sugerencia de Foucault sobre la necesidad de «excavar» en la historia para identificar narraciones, en este caso sobre la genealogía de los medios, alternativas a las convencionales y dominantes, que nos permitan un nuevo y más profundo entendimiento del presente. En palabras de Parikka: «La arqueología de los media existe de alguna forma entre las teorías materialistas de los media y la insistencia en el valor de lo obsoleto y olvidado, a través de nuevas historias culturales que vienen emergiendo desde la década de los 80» (fuente Wikipedia en inglés). En esta línea de la arqueología de los medios Parikka fue coautor, junto con Darren Wershler y Lori Emerson, del interesante volumen The Lab Book. Situated Practices in Media Studies, que pude reseñar hace algún tiempo en este blog (2022, ver enlaces al final).
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Un gambito conceptual importante para el desarrollo del libro es el que hacen los autores en relación con la idea de superficie, como en el título del volumen: superficies vivientes. Un concepto adaptado de Giuliana Bruno según se explica. Los autores usan el término superficie como una reducción o metonimia de sus objetos «naturales» de estudio, ya sean plantas singulares, ya sea un bosque, ya la biosfera abstraída como superficie. Inicialmente, este uso del término superficie no resulta fácil de aceptar, al menos para alguien con algún interés en la geometría. Sin embargo, a medida que avanza el libro se va asimilando y deja de parecer problemático. El reducir los elementos verdes a superficies facilita entre otras cosas su homologación con las superficies de las imágenes mediáticas que constituye uno de los nudos de todo el argumento.
Este podría resumirse tal que así. La vegetación y el paisaje, interpretados como superficies, han coevolucionado con los medios tecnológicos — fotografía, fotografía aérea, imágenes satelitales, data en forma de GIS, etc. — afectándose mutuamente en sus transformaciones en el tiempo. Esto sucede según los autores a través de múltiples escalas, de lo celular a lo planetario, con transvases en los conceptos y procesos entre unas y otras escalas y entre diferentes niveles de abstracción. Como detallaré a continuación, el cuerpo principal del texto se dedica a estudiar diferentes casos relativos a diferentes escalas y tecnologías y la influencia o transvase entre unas y otras escalas. Recuerdo que la primera vez que leí, con notable fascinación, sobre un tema parecido fue hacia 2007 en el trabajo de Philippe Morel publicado en Verb núm 5 – Natures, titulado Research on the Biocapitalist Landscape.
Otro concepto que se presenta en la introducción es el de cultural techniques (técnicas culturales). Éstas serían aquellas técnicas que contribuyen a la definición de sus propios objetos de estudio (p. 18). Los autores explican que el concepto según lo usan proviene de la tradición alemana de estudios mediáticos. A mi me parece también bastante próximo a los objetos políticos y culturales según los plantea Bruno Latour en We Were Never Modern y en Politics of Nature.
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El contenido de los capítulos, siguiendo bastante la presentación de los autores en la introducción, es el siguiente:
«El primer capítulo trata de la cultura material del vidrio, que se ha convertido en esencial para entender la escala y la química de la vida vegetal. La reactividad a la luz de las superficies de las plantas sugirió el uso de contenedores de vidrio sellados que fueron fundamentales para los experimentos de Joseph Priestley hacia finales del XVIII en los que demostró la capacidad de las plantas de renovar su propia atmósfera (esto es, su capacidad de producir oxígeno mediante la fotosíntesis – véase Johnson, 2009). El capítulo rastrea cómo esta cultura material de contenedores se convirtió […] en un medio interescalar desplazándose hasta la escala planetaria [la atmósfera como contenedor de lo vivo] y hasta la escala celular [el modelo célula vegetal / cloroplasto].»
«El segundo capítulo se centra en una escala única, la de la planta y sus hojas. Trata de cómo los paralelismos entre las superficies fotosintetizadoras de las plantas y los materiales fotográficos fueron reconocidos en el siglo XIX en el contexto de las investigaciones sobre crecimiento de las plantas de la fisiología vegetal.» En especial comenta las investigaciones de los científicos del entorno austríaco y alemán Julius Wiesner y Wilhelm Pfeffer y de la experimentación con imágenes en movimiento de la pionera inglesa Henderina V. Scott. Llama la atención en este capítulo el concepto Lichtgenuss (goce de la luz) enunciado y usado por Wiesner para medir el apetito de luz de las diferentes plantas y la influencia en su crecimiento.
El tercer capítulo parte de la importancia de las plantas en el mantenimiento de la atmósfera a escala planetaria, descubierto por la cultura científica rusa de principios del siglo XX. Destaca en este capítulo la figura de Vladimir I. Vernadsky uno de los primeros en dar gran difusión al término biosfera (introducido por E. Suess en 1875), y el primero en proponer el término de noosfera «como una bio-tecnosfera» (p. 101). Vernadsky desarrolló, con algunas décadas de antelación, una teoría similar a la de Gaia, tan de actualidad en años recientes, propuesta en los años 60-70 por James Lovelock (1979) y Lynn Margulis, aparentemente sin que éstos conocieran el trabajo de su antecedente ruso.
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El cuarto capítulo trata de la industrialización de la agricultura, relacionada con el desarrollo de dos nuevas tecnologías, la producción de fertilizantes sintéticos y la fotografía aérea. Como caso de estudio de este capítulo se presentan los procesos de reforma agraria durante el franquismo, de «colonización interna» según los autores, en el Valle del Ebro. Dada mi relativa familiaridad con el tema tratado este capítulo me resultó de los más asequibles. Los autores consideran las prácticas representadas por este proyecto de las décadas de 1940-50 como antecedentes de la actual digitalización de la agricultura. Por su representatividad de la temática general del libro reproduzco el siguiente párrafo (p. 128):
«Desde los años 90, gracias a la disponibilidad de imágenes satelitales, el término paraguas de agricultura de precisión [precision agriculture y precision farming] nos refieren al uso de la monitorización remota [remote sensing] en contextos agrícolas. Incluye un amplio conjunto de prácticas en las que vehículos aéreos registran y dirigen las acciones que se llevan a cabo sobre el terreno. Por ejemplo, dispositivos ubicados en los tractores son programados para controlar el suministro de agua y fertilizantes en cada punto de la parcela a partir de información obtenida mediante sensores montados en drones o satélites que miden la longitud de onda y la energía radiante absorbida o reflejada por las superficies de cultivo. La radiación infrarroja emitida por el suelo proporciona información sobre su actividad biológica a los satélites. Comparándola con los valores medios de modelos y estadísticas, esta información puede ser usada para detectar si una zona particular de suelo necesita agua, fertilizantes o pesticidas. La diagnosis resultante, obtenida desde el aire, es enviada a través de dispositivos de comunicación — drones, aviones o satélites — de vuelta al suelo como mapas de prescripción [como en prescripción médica]. Tractores equipados con los llamados aplicadores variables — controlados digitalmente — reciben estas imágenes prescriptivas. La humedad del suelo, la temperatura superficial, la actividad fotosintética, y la infestación de malas hierbas o plagas son identificables y localizables [addressable] con una resolución menor de un metro cuadrado, casi la misma dimensión de los actuadores de riego del tractor. Esta circulación de datos e imágenes se convierte en componente de los flujos materiales en tanto que parte de la forma de gestión [management approach]. Dentro de este circuito, el suelo se convierte en una pantalla, que se lee como un flujo de imágenes que especifican las dosis que deben aplicarse en cada punto, con los tractores modificando el estado de cada pixel.»
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El capítulo 5 se desarrolla en torno al concepto/instrumento de ground truth, que podríamos traducir como referencia o elementos de referencia. Aunque se discuten procesos materiales concretos, y su evolución, se trata de un capítulo de una cierta intensidad filosófica-conceptual. Estas ground truths eran inicialmente elementos en el territorio que servían para referenciar con precisión los mapas — si usamos la clásica diferenciación mapa-territorio. Nos explican los autores que en los últimos tiempos la proliferación de imágenes y datos ha hecho que sus ensamblajes se separen cada vez más del territorio, aún siendo por lo general instrumentos para operar sobre éste, y que las ground truths que se usan para calibrar y ordenar estas imágenes y datos — pensemos como ejemplo en las teselaciones multiescalares de imágenes de Google Earth — estén cada vez más en las capas «artificiales». Los autores cierran el capítulo con lo que se vienen denominando fake geographies que serían geografías producidas con patrones de machine learning e inteligencia artificial que se usan por ejemplo en arte o en simulaciones vinculadas a la geoingeniería. El hilo argumental del capítulo es bastante baudrillardiano; a mi me recuerda al concepto de hipostasis según John Dewey (Fesmire, 2015), que describe las situaciones en que una construcción conceptual sustituye a la realidad que se propone representar y llama la atención sobre los posibles riesgos cuando se olvidan las operaciones que nos han llevado a las interpretaciones del mundo que producimos a partir de esas construcciones.
Una pregunta bastante constante durante la lectura de este libro es la de la relación de estos procedimientos entre «superficies verdes» e imágenes, especialmente a las escalas territoriales, y sus aplicaciones militares y vinculadas al extractivismo capitalista. Gil-Fournier y Parikka mencionan el tema en diversas ocasiones pero no llegan a abordarlo. Es de suponer que tratar de eso sería otro libro en sí mismo — no sé si quizás existirá — que sería de interesante lectura. Uno no puede dejar de tener presente el uso de estas tecnologías de mapeado y monitorización a múltiples escalas integradas con herramientas de inteligencia artificial, tanto en el proyecto de ocupación de Israel (Weizman, 2007) como en el actual genocidio sionista en Palestina [blogpost Pérez de Lama, 2024; Loewenstein, 2023]. «Los peligros» derivados de la aplicación de las tecnologías emergentes de los que hablan en el prefacio los patronos de Leonardo, Malina y Cubitt, son en este caso importantes.
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El capítulo 6 tiene como tema principal la caracterización como superficies vivientes de la gran pradera del Medio Oeste estadounidense. Comienza examinando «los trabajos del botánico Frederic E. Clemments — a principios del siglo XX — cuyos inventarios de la pradera se basaron en imágenes, estadísticas y técnicas de conteo. Su aproximación estadística a las características espaciales de las comunidades de plantas está estrechamente conectada con la elaboración sistemática de indicadores de características superficiales, tales como las de la fotobotánica practicada durante la Guerra Fría» así como otras técnicas que se extienden hasta la actualidad (pp. 25-26).
En la segunda parte del capítulo se plantea el tema de «las plantas como mediciones vivientes» [Plants as living measurements], que me llamó especialmente la atención. La idea es que las propias plantas, su crecimiento, forma de desarrollo, color, temperatura, etc. «nos informarían» de sus condiciones: suelo, agua, radiación…, pudiendo en consecuencia, mediante el aprendizaje, generación y automatización de estos patrones, decidir remotamente sobre diferentes formas de intervención, en el caso de una aproximación agrícola o forestal, por ejemplo. El asunto me hizo pensar en diversas cuestiones. Por un lado me recordó la historia del descubrimiento de la necrópolis romana de Carmona (Sevilla) — el pueblo de una parte de mi familia — a finales del siglo XIX. El amateur local Juan Fernández López junto con uno de los fundadores de la arqueología moderna en España, Jorge Bonsor, identificaron la posible existencia de enterramientos en la zona por las comunidades de plantas que allí crecían. Algo parecido cuentan los autores de Living Surfaces sobre la identificación de fosas de enterramiento tras la guerra de los Balcanes de la década de los 90.
El asunto me recordó otras cuestiones más. Por un lado me recordó el pensamiento del pionero de la cibernética, antropólogo y biólogo Gregory Bateson, según lo expresa por ejemplo en Form, Substance and Difference (1970). Para Bateson, la naturaleza, a través de la evolución, muestra las características de lo que definía como mente, caracterizada por los circuitos de percepción, acción y aprendizaje, y también por los patrones o patterns, la forma, en tanto que información, en que se materializan y acumulan estos procesos. Para mí, este planteamiento de Bateson contrasta con el de los «cibernéticos artificiales», como podría ser Buckminster Fuller con su idea de un sistema computacional-cibernético planetario que regulara la producción, distribución y consumo de recursos (Wigley, 2000). O sus versiones contemporáneas, que podríamos llamar aceleracionistas, como la del Stack de Benjamin Bratton (2015). (Entre los lugares en que Gil-Fournier ha mostrado su trabajo se encuentra Strelka, la escuela de arquitectura experimental en Moscú dirigida durante algún tiempo por Bratton). Y una pregunta que sintetizaría mis preocupaciones sobre esto sería ¿cuál es el sentido de generar una «mente» artificial planetaria cuando la inteligencia y su capacidad de autorregulación ya existen en la propia naturaleza? ¿No sería mejor tratar de entender mejor y «colaborar» con esta mente planetaria — una «mente», siempre en el sentido batesoniano del término, que algunos llaman Gaia? (Lovelock, 1979).
La pregunta conecta con otra cuestión que también me plantea el libro, como es su relación con el concepto de Antropoceno (véanse por ejemplo: Wark, 2015; Haraway, 2016). Los autores explican desde muy al principio del texto que: «El libro ofrece una cartografía multiescalar de superficies vivas e imágenes vegetales — no tanto imágenes de plantas sino de la vida de las plantas en tanto que enredada con prácticas de luz, producción de imágenes y modelizaciones — que nos ayuda a entender cuestiones centrales propias de las actuales discusiones sobre el Antropoceno» (p. 7). Las «técnicas culturales» estudiadas en el libro, en particular cuando abarcan las escalas territoriales y planetarias, por definición serían medios para transformar y producir nuevos paisajes y territorios, para el environmental o planetary management o gestión ambiental planetaria, según la expresión recurrente en el libro. Una situación que caracterizaría precisamente el Antropoceno: la era geológica en que la acción humana se ha convertido en la principal fuente de transformación de la biosfera. A mi juicio, sin embargo, se echa de menos la interacción del libro con un segundo aspecto fundamental de la discusión sobre el Antropoceno: la cuestión de que estas transformaciones humanas están teniendo un efecto negativo sobre la habitabilidad presente y futura del planeta — para las sociedades humanas y para muchos otros seres vivos. Estimo que podría haber alguna discusión sobre las técnicas culturales estudiadas y su posible influencia en la mitigación de — o en la adaptación a — las transformaciones ambientales antropocénicas de carácter catastrófico (véase por ejemplo, Thunberg, 2022), que como dicen algunos quizás debieran llamarse «capitalocénicas» (Wark, 2015). Como decía antes, tal vez eso sería otro libro más. Pero para alguien preocupado por la crisis climática y ambiental es algo que se echa de menos.
Otro tema más en que me hizo pensar es en el análisis reciente de Matteo Pasquinelli (2023) sobre la inteligencia artificial, en su libro The Eye of the Master. Pasquinelli argumenta que los sistemas de machine learning e inteligencia artificial tienen su origen efectivamente en el reconocimiento de patrones (pattern recognition). Y que desde una crítica político-económica la inteligencia artificial puede interpretarse como un intento de automatización del conocimiento local, colectivo y de la división social del trabajo. Algo que quizás habría que considerar en muchos de los casos de estudio presentados, por ejemplo en el precision farming.
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El capítulo 7, el último, trata del bosque, de un concepto enunciado como clima lumínico y de la guerra climática [weather warfare], siempre en relación con las imágenes y los datos. En la parte final del capítulo presenta sucintamente algunas prácticas críticas. En especial me llamaron la atención las del arquitecto brasileño Paulo Tavares trabajando en la Amazonía. Reproduzo una cita suya que se recoge en Living Surfaces (p. 226):
«Nuevas tecnologías evidenciarias — desde la percepción remota de gran escala de las transformaciones paisajísticas al análisis microforense de semillas fósiles — están haciendo posible que se hagan visibles las muchas formas en que la selva […] configura un gran archivo arqueológico que reúne inscripciones, historias y memorias en la propia vegetación viva. De la misma manera en que leemos la ciudad como un texto histórico producido por las fuerzas sociales y grabado en la forma material — capas sobre capas de ruinas constituyendo la fábrica social — la selva puede ser interpretada a través de la sintaxis de diseños espaciales. Aunque estas ruinas vivientes no son ni entera ni exclusivamente humanas ni completamente naturales. Son el producto de una larga y compleja interacción entre colectivos humanos, fuerzas ambientales y la agencia de otras especies, ellas mismas actrices en el proceso histórico de diseñar la selva.»
Esta manera de ver las cosas de Tavares, que contrasta con muchos de los casos de estudio presentados a lo largo del libro, me recordó a Lovelock cuando escribía (1979: 11): «La hipótesis de Gaia […] es una alternativa a la visión pesimista que ve la naturaleza como una fuerza primitiva para ser dominada y conquistada.»
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Como conclusión: Living Surfaces es un libro de interés. Trata de un campo de conocimiento emergente, y de ahí parte de la dificultad de su lectura. Estimo que debe ser un texto de relevante para en general para las personas implicadas en Media Studies, y mas en particular las interesadas en las prácticas artísticas eco-tecnológicas y los estudiosos en Media Archeology y Science and Technology Studies.
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Referencias
Gregory Bateson, 1970, Form, Substance, and Difference, 19ª Conferencia anual en memoria de Korzybski, General Semantycs Bulletin, No 37, 1970; reproducida en G.B, 2000, Steps to an Ecology of Mind, The University of Chicago Press, Chicago, pp. 454-471.
Benjamin Bratton, 2015, The Stack. On Software and Sovereignty, The MIT Press. Software Studies Series, Cambridge
Steven Fesmire, 2015, Dewey, Routledge, Nueva York
Félix Guattari, 1996 [traducción de J. Pérez y U. Larraceleta; edición original en francés de 1989], Las tres ecologías, Pre-textos, Valencia
Donna Haraway, 2016, Staying with the Trouble. Making Kin in the Chthulucene, Duke University Press, Durham
Steven Johnson, 2009, The Invention of Air: A Story Of Science, Faith, Revolution, And The Birth Of America, Penguin
Bruno Latour [traducción de Catherine Porter], 1993 [1991], We Have Never Been Modern, Harvard University Press, Cambridge
____ [traducción de Catherine Porter], 2004, Politics of Nature. How to Bring the Sciences into Democracy, Harvard University Press, Cambridge
James Lovelock, 1979, Gaia, Oxford University Press, Oxford.
Antony Lowenstein, 2023, The Palestine Laboratory: How Israel Exports the Technology of Occupation Around the World, Verso, Londres
Philippe Morel – EZCT Architecture & Design Research, [2002] 2007, Research on the Biocapitalist Landscape, en Verb núm. 5 «Natures», Actar, Barcelona, pp. 224-245. Resumen extenso de otro trabajo del autor de igual título publicado en 2002
Matteo Pasquinelli, 2023, The Eye of the Master. A Social History of Artificial Intelligence, Verso, Londres
Greta Thunberg (editora), 2022, El libro del clima, Lumen – Penguin, Barcelona
McKenzie Wark, 2015, Molecular Red: Theory for the Anthropocene, Verso, Londres
Eyal Weizman, 2007, Hollow Land: Israel’s Architecture of Occupation, Verso, Londres
Mark Wigley, 2000, Man Plus, en: Fisuras de la cultura contemporánea: revista de arquitectura de bolsillo, ISSN 1134-9409, Nº 8, 2000, págs. 17-44
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Posts en este mismo blog sobre temas mencionados en la reseña:
José Pérez de Lama, 2017, Sobre la belleza (un poco rebelde). Palabras en la graduación de Arquitectura 2017, enlace >> https://arquitecturacontable.wordpress.com/2017/05/13/sobre-la-belleza-un-poco-rebelde-palabras-en-la-graduacion-de-arquitectura-2017/
____, 2018, Traducción de Forma, sustancia y diferencia, texto de Gregory Bateson sobre la ecología de la mente, enlace >> https://arquitecturacontable.wordpress.com/2018/01/01/forma-sustancia-y-diferencia-gregory-bateson/
____, 2018, The Stack de Benjamin Bratton, una reseña, enlace >> https://arquitecturacontable.wordpress.com/2018/02/09/the-stack-bratton-resena/
____, 2021, Latour: algunos diagramas de «Nunca fuimos modernos», enlace >> https://arquitecturacontable.wordpress.com/2021/08/18/latour-diagramas-nunca-fuimos-modernos/
____, 2022, «Todo es un lab», comentarios sobre The Lab Book, de Wershler, Emerson & Parikka, enlace >> https://arquitecturacontable.wordpress.com/2022/08/08/todo-es-un-lab-comentarios-sobre-the-lab-book-de-wershler-emerson-parikka/
____, 2024, Cartografiando Gaza catorce años después. Necropolítica y resistencias, enlace >> https://arquicontable.nam42.cc/recartografiando-gaza-catorce-anos-despues-necropolitica-y-resistencias/
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